lunes, 7 de febrero de 2011

Así te sientes cuando te das cuenta de que estabas al lado de alguien que no vale la pena. Que creías que era de una forma y era de otra. Feliz, sí. Porque te quitas de encima cosas inservibles que había en tu vida.

Y es la hora de que comiences a vivir de verdad, como estoy haciendo yo ahora. 

viernes, 4 de febrero de 2011

Perdoname..

Es la desesperación de saber que todo acaba y no puedes hacer nada por cambiarlo, es la desesperación de saber que es por tu maldita culpa...

martes, 1 de febrero de 2011

Una de las pequeñas

Que todo cambia, que las personas mejoramos, maduramos, nos transformamos e incluso nos hacemos más gilipollas.

¿Pero qué más dará todo eso si crees en ti mismo día a día y continúas luchando?

"Ejercer el poder corrompe, someterse al poder degrada"
- Mijaíl Bakunin

Amor, odio y otras drogas

No entiendo estas cosas que se mueven por ahí fuera ni tampoco por ahí dentro. El caos a veces toca un poco los cojones, pero qué se le va a hacer. Cuando te rebelas contra todo hay un poco de caos, no lo puedes evitar de ninguna forma.

El momento culminante es cuando llegas al mal humor constante y te crees que te van a salir canas de tanto odio que se te mete dentro sin ningún motivo, si es que te enfadas con el mundo, que tienes motivos para ello, pero no lo haces por esos motivos. Lo haces porque sí, y punto. Que cuando tienes ganas de enfadarte buscas excusas para aumentar tu ira hasta debajo de las piedras, es lo que tenemos las mujeres. Lejos de calmarnos, buscamos cualquier mínimo detonante para seguir una discusión eterna o para que nuestro instinto asesino aumente considerablemente, llegando a precipitar una horda de calderos y otro tipo de objetos no identificados a la cabeza de tu víctima, débil e indefensa, la cual se está preguntando el porqué de esa violencia y lo achaca a algún ataque de nervios causado por el estrés de los exámenes, o algo así.

Tras recibir el primer golpe pide que pares y tú te sientas en el suelo y acabas al borde de las lágrimas, mientras él se acerca a hacerte la pelota un rato, pero con cuidado, no vaya a ser que le lances un zarpazo. Y no le lanzas un zarpazo pero con mucha desgana lo apartas, se vuelve a acercar, lo apartas, se vuelve a acercar y le abrazas.

El odio se evapora entre besos y acabas donde tienes que acabar. Te despiertas felizmente junto a él y ni siquiera recuerdas porqué te enfadaste con él anoche, sólo te importa que le quieres y que lo darías todo por él.