jueves, 7 de febrero de 2013

El mundo en una gota de agua.

Hoy llueve. A través del cristal observo cómo la lluvia cae y choca sin miedo contra el suelo, para luego filtrarse en miles de escondrijos a los que sólo el agua puede acceder. Y en el fondo de mi alma atisbo algo que inmediatamente identifico como envidia. Qué suerte tienen esas gotas de agua, que caen del cielo y dondequiera que llegan siembran la vida (y también la muerte, porqué no). Sin más ataduras que el devenir del viento que las empuja de aquí para allá.

Continúo admirando el paisaje y me fijo en una gota de agua que resbala por el cristal y que parece competir con el resto por llegar la primera al borde del mismo. ¿Qué hace diferente a una gota de agua del resto de gotas? ¿por qué nos quedamos embelesados mirando una gota concreta cuando no parece diferente a las demás? Algo hay en esa pequeña gota que me hace fijarme en ella más que en las demás.

De pronto me percato de que, la diferencia no estaba en su forma, tampoco en su color o su composición, la diferencia se hallaba en su reflejo. A través de él, podías observar el mundo con los ojos de quien lo ha visto todo y no le teme a nada.