martes, 30 de noviembre de 2010

Misión imposible: el olvido

Echo de menos tus brazos rodeándome, echo de menos despertar a tu lado, echo de menos hacerte trastadas, echo de menos todo.


Y te odio por echarte tanto de menos

jueves, 25 de noviembre de 2010

El miedo

La sangre... El sabor de la sangre en tu boca te hace reaccionar, ¿otro golpe más? ¿de verdad vas a permitirlo? Está claro que no. ya estaba aflorando en ti el odio, la rebelión, y ahora vas a romper cadenas (y dientes). Es la hora de que los huesos de la opresión empiecen a crujir hasta que se rompan. ¿Acaso pensabas que podías aguantar bajo la mano del poder mucho más tiempo? Ni tú ni nadie pueden aguantar, sólo que unos se rebelan y otros sufren en silencio, apretando los dientes con frustración, sumidos en la desesperación.

- Habla, lucha y rebélate, no tienes nada que perder, pero en cambio sí mucho que ganar.
- Pero siento miedo.
- El miedo te hace reaccionar, luchar. Todos sentimos miedo, pero no por ello nos quedamos quietos, no por ello nos ocultamos en casa como si de una fortaleza se tratase.
- Entonces, ¿sentir miedo no es de cobardes?
- Cobarde es el que siente miedo y trata de ocultarlo y el que se esconde, no el que a pesar del miedo sigue en pie.
- ¿Y si decido esconderme?
- Nadie te culparía de ello, pero cuando no quede nadie en pie porque todos se han escondido, ¿qué harás?
- Tendré que salir y luchar.
- Por tanto, lucharás de todos modos, pero en ese caso seréis menos. Divide y vencerás, ¿no? Unidos podremos conseguirlo.
- Lo peor es que tienes razón, que aunque me cueste admitirlo no nos queda de otra, y si queremos ganar no nos vale con escondernos en casa, rezando porque los que están ahí fuera dando su vida por gente como nosotros salgan bien parados y consigan su objetivo.

La última carta.

Me senté en ese banco, con la única compañía de mi alma putrefacta, con las alas desgarradas colgando como un fardo en la espalda. Miré al cielo y me pregunté ¿qué más me quedaba aquí? Dime, si tú no estás, ¿de qué vale seguir aquí? Es una desesperación con la que cargaré hasta que el olvido se haga presente, hasta que mis alas puedan volver a volar, hasta que pueda sonreír sin provocarme un escalofrío de dolor en mis músculos, contraídos por una mueca que más que feliz era tenebrosa, acompañada de unos ojos que ya no brillaban, que expresaban la más absoluta oscuridad con, quizá, algún atisbo de la inocencia que me caracterizaba y que tú destrozaste.

No entiendo este empeño destructor que te acompaña, ¿no te das cuenta de que haces daño? Quizá guardes corazones rotos como trofeo en algún rincón de tu habitación, ese lugar donde felicidad y dolor comparten un mismo espacio, tratando de convivir lo mejor que pueden sin llegar a tocarse, haciendo acto de presencia cuando se les llama.

Algún día te darás cuenta de todo lo que te quise, de que por ti lo di todo y más. El error fue mío por haber dado tanto en tan poco tiempo, por haber luchado hasta la saciedad por una causa perdida. Pero yo soy así, lucho por lo que no debo luchar, y sino mira cómo luché por ti, cómo rompí todos los esquemas por ti, cómo caí y me levanté sólo porque tú estabas ahí, porque tú necesitabas que yo estuviera arriba, junto a ti. ¿Y cómo me pagas eso? No, eso no lo puedes pagar de ninguna forma.

Seguí en ese banco, no sé cuánto tiempo estuve ahí y tampoco me interesa saberlo, sólo sé que me levanté y caminé, no sabía a dónde iba hasta que no empecé a darme cuenta del ambiente que me rodeaba, los mismos olores, los mismos colores, pero no los mismos sentimientos. Cerré los ojos por un momento, abandonándome a  la nostalgia, y caí al suelo. Grité sin voz, saqué todo el dolor que no pude sacar delante de ti.

Llegaste hasta el mismísimo fondo de mi corazón, y por ello me has sorprendido, puesto que has conseguido algo que nadie había logrado antes. Pero cuando llegas hasta el fondo y empiezas a provocar el caos, la expresión de sorpresa se convierte en una mueca de dolor. Porque sabía lo que iba a pasar antes de que pasara.

Luego deshice mis pasos y regresé a mi casa, si es que se le puede llamar así. Sólo necesitaba esconderme, dejar que la herida terminara de sanar, puesto que ya había eliminado la infección y sólo necesitaba reposo y desaparecería, pero tendría cuidado de no volver a abrirla.

Tiempo después, la herida sanó, sólo quedó una cicatriz, recuerdo de malos tiempos. Estaba lista para una nueva batalla,  y esta vez la ganaría, o al menos lo intentaría con más fuerza que la anterior.

martes, 23 de noviembre de 2010

Trastornos bipolares.

• Te odio, ojalá nunca te hubieras aparecido en mi vida.
- Cuando quieras, desaparezco.
• Lo patético es que no puedo vivir sin ti, me falta el aire, me duele el corazón cuando no sé dónde estás ni cómo estás. Maldita sea, es que ni siquiera me quieres y sin embargo mira como estoy llorando por ti. No sé que hacer. 
- Tengo prisa, he quedado. Cuando te decidas me llamas, ¿vale? 

El café de las seis

Me vine a topar con el lugar inadecuado. Buscar algo que concuerde conmigo dentro de él parecía algo imposible, como buscar una aguja en un pajar.

Al fin y al cabo, la vida es así, siempre te sientes desplazado, sin darte cuenta de que el hecho de no encajar es lo que te hace especial.

Eso ha sido lo que ha hecho que te encontrara, en ese lugar inadecuado, porque destacabas entre la multitud.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Conformismo

• Sonríe o te tiro por ese precipicio.
○ Bueno, vale, pero no esperes que me salga una sonrisa demasiado currada.
• Al menos enseña los dientes sin gruñir.

Odio

Porque simplemente hacéis que me llene de él a cada segundo. Esto no pasaba antes, ahora que todo iba mejor, las cosas cambian, mejoran o empeoran. Te acabas llenando de odio, rabia, rencor. A veces entiendo a los que se quedan sin mover un dedo, porque cuando luchas contra las injusticias te enfadas, lloras, gritas, das golpes y los recibes, sangras y haces sangrar. Te curas las heridas y te vuelves a preparar para la lucha. Porque siempre habrá alguien que tratará de tumbarte, de acabar contigo, por eso siempre has de estar en guardia, preparado para la batalla.

It isn't real

Y cuando me di cuenta de que ni siquiera eras capaz de pedir perdón, de que no podías decir la verdad, de que lo único que querías era mentir y mentir... Ya era demasiado tarde. El daño estaba hecho, el corazón estaba roto, y lo destruyó todo a su paso.

Ni siquiera quedaron cenizas, no hubo nada que me hiciera recordar esto, se destruyó completamente, como si nunca hubiera existido. He perdido las fuerzas, ni siquiera puedo llorar, aunque sé que cuando vaya a dormir y no estés ahí lloraré, sentiré el verdadero dolor.

Lo peor es que ni siquiera puedo culparte, no puedo mirarte a los ojos y decirte que toda la culpa ha sido tuya, que estoy destrozada por tu maldita culpa y que te odio, no puedo porque no es lo que siento. Es extraño pensar que gran parte de todo esto lo he provocado yo.

Esta herida es tan profunda que ni siquiera tiene cura, es la herida que me marcará más que ninguna, heridas de guerra, como las suelen llamar. ¿Cómo pude gritar que jamás te quise? ¿Cómo pude decir que me daba igual toda tu vida y estar así ahora?

Antes era como si estuviera viviendo en una burbuja, pero ahora que te he dicho adiós, que yo he dado el paso, la burbuja ha estallado, todo da mil vueltas y no sé cuándo estoy arriba y cuándo estoy abajo. Este es el verdadero caos.

No siento odio, tampoco desesperación ni rencor, es algo más allá, más fuerte y más destructivo, puesto que no siento nada.

martes, 16 de noviembre de 2010

XXXI

¿Que si te echo de menos? Puede ser que lo haga, pero tú decidiste y eso implica que cierre mis sentimientos para que no puedas verlos, para que no me hagas daño ni te aproveches del amor que sentí por ti.
Al fin y al cabo, las heridas aún están cicatrizando y mi corazón está re-ordenando el caos que provocaste cuando te fuiste. ¿Por qué me prometiste que no me ibas a hacer daño? Definitivamente, odio las promesas. Odio tus promesas.

¿Sabes que yo antes no sentía odio, verdad? Hablábamos muchas veces de eso, cuando yo te decía que no entendía porqué sientes tanto odio, tanto rencor.  Ahora que me he visto obligada a odiar a base de golpes, te entiendo perfectamente. Me gustaba eso de que a mi lado no fueras capaz de odiar, echo de menos eso.

Y odio echarte de menos.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

B&C

Lo habría dado todo y más. No dejes que se pierda en el aire como las palabras y las promesas incumplidas de ayer porque me niego a apuntar tu nombre en esa maldita lista de fracasos y de sueños rotos.

Final [in-]feliz.

Cuando las cosas van bien por un lado, empeoran por otro. Vaya carga de negatividad.
- Bah, las cosas mejorarán - dice él, cansado de repetir lo mismo una y otra vez-. Mírame a mí, que por tener no tengo ni familia ni amigos, pero aún así soy feliz.
- Me tienes a mí - respondí con una sonrisa-. Soy tu amiga.
- Sí, y eso es algo que agradezco mucho, pero tú tienes tus preocupaciones y tu vida.
- Bueno, pero también están esos chicos con los que te veo siempre.
- No son mis amigos, compartimos una ideología y luchamos por ella hasta la muerte. Somos "compañeros", por ponerle un nombre, y no hermanos, como ellos se empeñan en afirmar. Cada vez que uno cae, alimenta nuestro odio y nos incita a seguir con la lucha, a tener más motivos para destrozar a esos cabrones - dice mientras me guiña un ojo.
- Ya. Comparto vuestra lucha, pero no vuestro odio.
- Lo sé y por eso te quiero alejar de todo esto, no estás hecha para estas guerras.
- Tú tampoco - respondí automáticamente, ¿realmente él estaba hecho para eso o no?
- Yo no tuve elección, tú puedes elegir. Y no voy a permitir que te equivoques, no te mereces sufrir.
- Repito, tú tampoco.
- Mi vida me importa más bien... poco. De todos modos, alguien tendría que hacer el trabajo sucio, ¿no?
- Pero... ¿por qué tú?
- Por circunstancias que todos desconocemos acabé aquí, y aquí me quedo hasta el final.
- Y no vas a dejar que yo me quede contigo...
- Jamás.

martes, 2 de noviembre de 2010

Sin esfuerzo no hay nada.

"Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él, no dejándote llevar."

- Clive Staples Lewis

Cats & rabbits

Sentada esperaba al tren de los sueños, que llevaba país de nunca jamás volverás, fumando el cigarrillo de la desesperación, sintiendo como el humo entra en mis pulmones y me envenena por dentro. Así estaba yo, derrotada, esperando, pero con la cabeza bien alta.

Así estaba yo, cuando apareciste tú.

XVII

Es algo que no podría haber conseguido sola. La bipolaridad, el dolor de cabeza, la resaca, el no dormir, ese dolor en todo el cuerpo... Te han sacado de mi mente, porque en mi corazón no estabas desde hace mucho tiempo, puesto que ya está ocupado.

lunes, 1 de noviembre de 2010

XVI

El cansancio y la resaca evitan que piense en ti. Imágenes de sucesos caóticos flotan a mi alrededor, y mi cerebro trata de volver a su estado normal. Quizá debería hacer esto más a menudo, sólo para que no invadas rincones preciados de mi mente y los destruyas, como sueles hacer a menudo.

El dolor de cabeza es insoportable, pero te aleja temporal y completamente de mi.