jueves, 28 de octubre de 2010

XII

Hay veces en las que tratas de escribir, lo ves como una necesidad para desahogarte, pero las palabras se niegan a fluir. Los papeles arrugados invaden todos los rincones, llenos de letras vacías. Sobre la mesa, descansan imágenes, recuerdos de momentos que jamás viviremos. O quizá momentos que en un futuro viviremos, pero aún no me atrevo a afirmarlo.

Miro el reloj, llevo demasiado tiempo forzándome y ya he perdido la esperanza de escribir algo coherente, así que saldré a dar una vuelta, despejarme y sentir el gélido aire entrar en mis pulmones hasta hacerlos explotar. Sé que todo ha terminado, no me lo has dicho, ni siquiera lo has insinuado, pero tu mirada me lo ha delatado. Este es el fin. Y cumpliré lo que me prometí que haría si esto termina.

No te haces una idea de cuánto te echo de menos. Echo de menos esas frías noches en las que tú siempre tenías calor o cuando te acariciaba hasta que el sueño te vencía. Eran pequeñas cosas, pero no puedo evitar sentirme un poco nostálgica al recordarlas.

Hubo un tiempo en el que para mí lo eras todo ¿dónde ha quedado eso? ¿cómo hemos dejado que muriera tan rápido?

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